La música, ola salvaje de emociones.
Mi primer post, qué extraño, toda primera vez es misteriosa y especial, me pregunto de qué escribir y la opción más ovbia resulta ser lo que más me inspira, la música.
La primera vez que tuve conciencia del efecto de la música sobre mí era pequeña, quizás 6 o 7 años, recuerdo haber escuchado unos sonidos que por alguna razón se concentraban como fuerza invisible en mis oídos y al mismo tiempo me atravesaban el pecho como balas, recuerdo como cientos de insectos diminutos invadiendo mi cerebro y una sensación de poder, de éxtasis, que extrañamente hacía mi cuerpo casi gravitar, recuerdo mi respiración acelerada, mi cuerpo palpitante, recuerdo haber dado unas cuantas vueltas con los brazos extendidos y hacia el cielo, recuerdo que la sensación no fue muy duradera, una vez que los sonidos atenuaron hasta un punto casi imperceptible mi estado de alegría fue disminuyendo, pero la conciencia de esa sensación nunca me abandonó, y desde entonces la búsqueda de sonidos que me llenen ha sido insaciable.
Muchas veces me he preguntado si todas las personas son tocadas por la música en el modo que a mí me sucede, y espero que así sea, sin importar el ritmo, el género, el volumen, espero que todos vibren al compás de alguna melodía que despierte sus sentidos.
A veces imagino qué sería mi mundo sin la música, cómo pasarían mis días y mis noches, de dónde vendría la inspiración que hoy encuentro en cada una de las notas que atesoro en cuanto dispositivo con capacidad de reproducir mp3 poseo, y veo un panorama desolado, siento el alma dura como una roca, y el vientre seco, y mi ceño fruncido y mi cuerpo pesado. Mis palmas sudan, los ríos se secan, esos pensamientos me torturan, pienso entonces en aquellas personas que desafortunadamente no pueden oir porque así nacieron, o en aquellos que alguna afección les quitó la capacidad a sus oídos de absorver sonidos, y se me oprime el pecho de tristeza, es una crueldad y una desdicha.
La música sin lugar a dudas ha sido mi mejor amiga, mi cómplice, testigo de mis fracasos y de mis aciertos, ella ha madurado conmigo, ha crecido conmigo, ha cruzado mares conmigo, ha llorado conmigo, ha explotado de placer conmigo, me ha levantado en días grises y ha vitoreado cuando me procuro el éxito, no tengo nada que reprocharle porque sabe escuchar, y sabe disfrutar del silencio, y nunca me ha dejado sola. Pido a Dios que nunca mis sentidos se marchiten y que aún viejecita pueda disfrutar de ritmos y melodías, y voces emotivas, e instrumentos finamente ejecutados, y pido que cuando llegue la hora de partir, más allá del sepulcral silencio, suene una música linda que me envuelva, me serene y me de las fuerzas para cruzar con gracia al lado de las sombras, y si no es mucho pedir, que del otro lado me reciba.